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Cuidados del perro - Educación
Los cachorros empiezan a controlar sus esfínteres a partir de las 4 semanas de vida.
Su madre les enseña (entre otras cosas) a mantener limpio el nido, por lo que es
importante que permanezcan a su lado hasta las 8-10 semanas de vida.
El cachorro tiende por tanto a alejarse de las zonas que usa para comer o dormir,
al principio unos pocos metros, y según pasan las semanas, cada vez a mayor distancia.
Por tanto, debemos aprovechar esa tendencia. Suele hacer pis cada vez que se despierta
y después de un rato de juego. Olfatea el suelo unos instantes, lo que nos da una
señal de aviso. En ese momento, cogerlo en brazos y llevarlo al lugar elegido, preferiblemente
siempre el mismo, darle unos segundos y premiarle rápidamente mientras lo hace en
ese sitio. Volver a llevarlo a casa en brazos.
No regañarle NUNCA por hacerlo en casa, ya que a menudo se hace a destiempo y mal,
por lo que se enlentece el proceso de aprendizaje y confunde al animal. Calcular
que la vejiga de un cachorro retiene orina entre dos y tres horas hasta los 3 meses,
unas cuatro horas hasta los 4-5 meses, unas seis horas hasta los 6 meses, y a partir
de ahí unas ocho horas (más en adultos). Esto significa que debemos llevarlo al
lugar adecuado (preferiblemente en el exterior) cada poco tiempo según su edad.
Si lo hace donde no debe, es problema nuestro por no haberle facilitado el acceso
al lugar correcto cada pocas horas. Él no puede retener más horas la orina por mucho
que le castiguemos.
Si se usan periódicos, tener en cuenta que muchos los utilizan para jugar (en consecuencia,
es zona de estar, y luego no querrán mancharlos). Además, deben desplazarse unos
metros cada semana en dirección a la puerta de la calle (siguiendo la tendencia
natural del cachorro a alejarse de su zona de descanso y comida para orinar), y
estar siempre lo bastante lejos de las zonas que el cachorro no va a ensuciar, o
no los usará.
Si ha hecho pis en casa, recogerlo cuando no nos vea (que no considere que su orina
nos llama la atención, evitaremos problemas en el futuro), y limpiar la zona con
un detergente enzimático que elimine el olor (tipo Vanish Oxi Action). La lejía
solo lo encubre (a nuestra nariz), el amoniaco lo potencia. Retirar las alfombras
de toda la casa hasta que tenga unos seis meses, o las usará nada más llegar seguro.
Nuestro cachorro empieza a aprender normas y hábitos desde el primer día que entra
en casa. Por un lado por observación de su entorno, las personas y otros animales
con los que convive, y por otro lado a base de “ensayo y error” (empiezan a presentar
múltiples comportamientos para evaluar las consecuencias de los mismos), el cachorro
aprende qué cosas puede hacer y cuáles no. Qué le proporciona beneficios y qué le
supone problemas. Si somos cuidadosos desde el primer momento, lograremos enseñarle
rápidamente y sin apenas esfuerzo buenas normas de convivencia.
Un problema frecuente es el de pedir en la mesa. El cachorro huele la comida, y
como cachorro que es, pide. Dado que ya dispone de un alimento adecuado para él,
no debemos ceder a sus llantos y llamadas de atención. Facilitar atención o comida
a un perro cuando realiza un comportamiento molesto, implica reforzar ese comportamiento,
que se repetirá con más frecuencia en el futuro, hasta llegar a ser muy difícil
de eliminar. Si cuando pide, se le da, cada vez pedirá más, llegando al extremo
de servirse él mismo de la mesa cuando su talla y agilidad lo permitan.
Lo evitaremos no dándole comida desde la mesa o mientras cocinamos. Si nos cuesta
resistirnos, buscaremos un término medio: apartar un trozo de comida en el plato,
que le daremos exclusivamente cuando hayamos terminado y vayamos a recoger la mesa.
En pocas repeticiones, el perro asocia el recoger platos con su trozo de comida,
y aprenderá a esperar paciente y sin molestar mientras la familia come.
A los perros les gusta pasear. Es una actividad muy necesaria, y no debe contemplarse
como una “salida al servicio”. Andar es importante para su salud física y mental,
y relacionarse con el entorno (olores, vistas, sonidos), otros animales y personas,
fundamental, pues es un animal social y gregario. El momento del paseo es muy importante
para cualquier perro, y debemos ser conscientes de ello y realizarlo adecuadamente
desde el principio, para evitar asentar
malos hábitos que conviertan la actividad
en algo tan desagradable que nos lleve a evitar sacar al perro.
Hay que habituar al cachorro durante unos días al collar y correa, colocándoselo
unos minutos sin ir a ningún sitio, y jugando con él mientras los lleva puestos.
Sería ideal poder andar unos metros por el pasillo de casa o el jardín para que
se acostumbre a seguirnos con la correa. Cuando se le saque por primera vez, contar
con que su caminar será algo errático, y a menudo se resisten a la correa. No hacer
nada, no arrastrarle ni enfadarse. Podemos esperar unos segundos a que se calme
y se levante de nuevo, para continuar andando, o bien podemos animarle a seguirnos
(sin tirar), dando unas palmadas en el muslo, ofreciéndole un juguete, o colocando
una golosina frente a su morro para que la huela y ande unos pasos, luego se la
daremos como premio por avanzar.
Una vez que vamos andando y el cachorro toma confianza, tiende a tomar la delantera,
y empieza a tensar la correa. Este punto es muy importante en su educación, si queremos
evitar que nos arrastre cuando sea adulto. Cada vez que el cachorro tensa la correa,
y nosotros le seguimos, le estamos premiando por esa tensión. Con lo que cada vez
tensará más. Cuando sea demasiado grande para que podamos andar a su paso, tirará
con más fuerza para obligarnos a ir más rápido, y no podremos sujetarlo. Lo evitaremos
desde el primer día. Cuando la correa se tense, hay que detenerse. Y esperar a que
se relaje, bien porque se sienta, bien porque vuelve hacia nosotros. Seguir andando
de nuevo, atentos a una nueva tensión. Y repetir. El mensaje que recibe es que tensar
es “castigado” con no avanzar. Y que solo hay avance si la correa permanece floja.
Así prevenimos un problema muy común y de difícil solución cuando el perro es adulto.
Otra cosa frecuente en los cachorros es la de saltar sobre la gente para saludar.
Cuando son pequeños es gracioso y poco molesto, pero hay que valorar si tendrá gracia
cuando pese 30 kilos o esté sucio de barro. Lo mejor es empezar a evitarlo desde
el principio. Cuando salta, busca atención, si se la damos, reforzamos los saltos.
Hay diversos modos de corregir esto, podemos probar a darle la espalda cada vez
que salte, esperando a que se calme y tenga las 4 patas en el suelo, para premiarle
en ese momento con caricias. O enseñarle a sentarse, y mandárselo cada vez que interaccionemos
con él para que en algunas repeticiones, asimile que solo se le saludará si permanece
sentado. Enfadarse a menudo solo contribuye a aumentar la excitación del cachorro,
que saltará aun más intentando apaciguarnos. Si se pone especialmente pesado, es
preferible ignorarlo completamente y dejarlo solo, volviendo con él cuando se haya
calmado.
Las caricias a un perro tranquilo fomentan el carácter tranquilo. Si se
dan al perro ansioso, excitado, nervioso o asustado, acrecientan esos sentimientos.
A la hora de quedarse solo, hay que realizar algunos ejercicios para evitar problemas.
El perro es un animal que lleva mal la soledad, especialmente algunas razas. Debe
integrarse en un grupo familiar, del que depende para subsistir, y el permanecer
horas sin compañía le supone un esfuerzo importante. Como es algo necesario, le
acostumbraremos desde pequeño, dándole unas semanas de espera para que se haga a
la casa y la familia, y empezando a dejarlo solo por espacio de minutos durante
varios días, mejor si es después de un paseo, que esté cansado y prefiera dormir.
Se irá alargando el período de soledad a una hora, dos… y así gradualmente, con
el fin de que se haga a la idea de que permanecer solo es algo temporal y habitual,
y que no debe preocuparse. Evitaremos los rituales de despedida que solo sirven
para ponerle nervioso y anticipar la soledad (podemos marcharnos de casa sin decirle
nada, no es una persona y no precisa de explicaciones sobre a dónde vamos y cuándo
volveremos). Evitaremos dejarle solo sin que antes haya hecho ejercicio. Que no
quede nada a su alcance que pueda romperse. Y de modo ideal, tendrá a mano algún
juguete rellenable de comida que pueda mordisquear con seguridad y que le tenga
entretenido.
Si en algún momento de su habituación ladra o llora al quedarse solo, y lo estamos
oyendo, debemos esperar un poco a que se calme, y volver a entrar cuando esté en
silencio, o potenciaremos el llanto como modo de lograr que volvamos a su lado.
Podemos hacer los primeros ensayos en la propia casa, yendo de vez en cuanto a otras
habitaciones y cerrando la puerta detrás nuestro, para que se acostumbre a ver puertas
cerradas y a estar solo (aunque él esté en el pasillo y nosotros en la cocina, no
será muy distinto de marcharse a la calle a sus ojos). Así prevenimos una excesiva
dependencia que suele desembocar en ansiedad por separación, un problema de comportamiento
habitual en el que el perro ladra durante horas, destroza mobiliario y a veces defeca
y orina varias veces en casa (siendo adulto).
El ejercicio antes de quedarse tiempo solo es fundamental. A veces los destrozos
y ladridos se deben tan solo a aburrimiento, pues el animal no camina y no tiene nada que hacer en casa durante todo el día, por lo que se entretiene como se le
ocurre.
La inhibición del mordisco es el proceso en el que el cachorro aprende que sus dientes
hacen daño, y debe controlar su fuerza durante los juegos para evitarlo. Es un aprendizaje
fundamental, que evitará que en el futuro, si el perro muerde con otras intenciones,
haga daño, al menos las primeras veces. Lo aprenden muy rápido jugando con otros
perros, especialmente cachorros, pero es también importante que lo aprendan con
personas, pues nuestra piel es más blanda y sensible, especialmente la de los niños.
Hay que jugar con el cachorro, dejando que nos muerda, y estar atentos para lanzar
una señal de dolor/parada en cuanto sintamos una leve molestia con la boca (no esperar
a que haga daño, el perro irá regulando la fuerza según nuestras indicaciones, y
las bocas blandas son aquellas que apenas rozan la piel cuando muerden). Según el
cachorro, habrá que probar qué modo le detiene: quejarnos (no verbalmente, sino
con un lamento de “cachorro herido”), sujetarle unos segundos el morro con la mano
a modo de bozal (equivale al castigo materno), cerrar la mano alrededor de la mandíbula
cuando esté dentro de su boca (ésto hace que automáticamente la abran), un soplido
en la nariz, un toque brusco con los dedos en el cuello…… cualquier medida rápida
y sencilla que corte el comportamiento (sin gritos, ni golpes, ni castigos o broncas…
). Y parar el juego un minuto, dándole la espalda o dejándole solo si es preciso.
Para volver a empezar y repetir la secuencia. En unos días notaremos la diferencia.
De modo general, nunca prestaremos atención o premiaremos con caricias, alabanzas,
comida, juego…. cualquier conducta que resulte molesta (pensar siempre en lo que
esperamos del adulto, para empezar a hacerlo con el cachorro) o extrema: ansiedad,
miedos, excitación, ruidos, saltos, etc. Cada vez que el perro logra nuestro interés
con alguno de estos comportamientos, lo reforzamos, y facilitamos que en el futuro
se haga más intenso. Hacer lo contrario, prestarle atención o premiarle de diversos
modos cuando se muestre tranquilo, sumiso, atento, relajado, incluso cuando no hace
nada de particular, potencia que al crecer se vuelva un animal sosegado y apacible.
Es una información cedida por Irene Pérez - Clinica Veterinaria Pisueña
www.elsilencioblanco.info
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